top of page

Dos cartas de don Manuel de Dios y Silva (sobre el auge petrolero)

Carlos González Salas

[Fragmento]

Dedicaremos la tercera parte de esta crónica a las frases que Manuel de Dios y Silva, [cronista y] residente en Ciudad Cuauhtémoc, Veracruz, dirige a este cronista, tocante al auge petrolero de los años veinte. 

El tema es importante y jamás ha sido historiado como exige; mucho menos analizado, no sólo desde el punto de visto histórico-político, sino desde los ángulos social y económico. 

 

Hemos invitado a don Manuel a que refute en serio y en concreto nuestra frase estampada en Tampico, crónicas de una ciudad, que para que mejor conste la transcribimos en su contexto: 

Enloquecía al puerto la fiebre del petróleo. Corrió por todas las calles el oro contante y sonante; no el oro negro, sino el oro reluciente, el oro amarillo. Pasó como chubasco de verano, dejó poco y construyó menos. Llevó en alas del viento la fortuna de una ciudad en auge. Tampico fue, a la verdad, la dicha de no poca parte del país. 

 

El impacto del petróleo y de su explotación, de su refinamiento y de su exportación en Tampico es la misma historia de la ciudad, pero no es toda su historia. El inicio de la industria petrolera en la región data de la instalación de 1a refinería de la Waters Pierce Oil Company en 1886. Ahí comienza el proceso del fenómeno petrolero, factor decisivo de la pujanza y renombre de Tampico en el mundo entero. Nadie puede negar que su o sus puertos beneficiaron más al poder económico extranjero de las compañías petroleras que a la ciudad y al país. 

 

Tampoco quiere significar lo anterior que no se hayan recibido beneficios.

 

Lo que importa es concretarlos para que esos datos sirvan al análisis que precisa hacerse. 

He aquí los párrafos de la carta de don Manuel de Dios y Silva: 

En ese mismo «Recado» deja usted asentado que lo que conocemos como «auge del petróleo», «dejó poco y construyó menos». 

Permítame que, con todo respeto, le diga que no está usted en lo justo. Esa misma expresión la he escuchado de labios de muchos tampiqueños que tienen de esa época un concepto erróneo porque no la vivieron, llegaron a la vida cuando ya había pasado y, naturalmente, no tienen de ella una visión objetiva. 

El auge petrolero sí le dejó grandes beneficios a Tampico. Para ser más justos: Tampico fue el único beneficiado. Le ayudó a darle el «estirón» para convertirlo con el tiempo en la gran ciudad que es hoy. Esa expresión de decepción y desencanto queda bien en labios de los oriundos de los centros de producción como Pánuco o Tuxpan, que quedaron peor que antes de que se descubriera el petróleo en sus tierras. Es realmente a ellos a quienes el diablo escrituró los veneros. 

Pero este tema requiere, por ser naturalmente complejo, de una larga exposición que yo le haría si usted no tiene inconveniente y si su Majestad la pereza no me lo impide. Me es grato suscribirme como su atento y seguro servidor. Manuel de Dios y Silva [Firma]. 

 

Los tres párrafos transcritos son ricos en conceptos y aportan material propicio a la discusión y al análisis. 

Aventurado desde luego sería negar todo el beneficio que obtuvo nuestra ciudad y puerto —lo referente a otras poblaciones, como Pánuco y Tuxpan, requiere capítulo aparte ya que, evidentemente, recibieron menos del petróleo—; la gente cobraba en oro y éste se derrochaba en bares y centros de vicio. El internacional «Barrio de la Unión» absorbió no poca parte de ese oro que fue a dar a las bolsas de gentes sin escrúpulos, la mayor parte de ellos extranjeros —sobre todo los que amasaron fortunas—. No puede negarse que algunos residentes de la ciudad obtuvieron pingües ganancias con las que construyeron algunos edificios o depositaron joyas y monedas de oro en los bancos. Algunos especularon con el oro de los trabajadores y los terrenos rústicos y urbanos. Pero el reflejo de ciudad opulenta, por lo menos en la variedad múltiple de construcciones que debió haber dejado el paso de oro negro y del oro amarillo en Tampico, fue demasiado menguado. 

 

Unos cuantos edificios, desde luego el de la Compañía Transcontinental, el de la Compañía de Petróleo «El Águila» y el de Corona, alguno que otro hotel, casas y residencias en las colonias Altavista y Águila hacían más insultante el contraste con las vecindades y viviendas de madera a lo largo los llamados «Llanos del Golfo», a las orillas de la Laguna del Carpintero. 

 

Los beneficiados fueron un puñado, mientras el pueblo vio pasar las embarcaciones henchidas de crudo y las migajas que en cambio recibió, aunque pagadas en oro, quedaron en manos de vivillos y extranjeros. 

 

Como usted afirma, señor don Manuel de Dios y Silva, tema —y yo calificaría mejor, el fenómeno socioeconómico social— del auge petrolero, «requiere, por ser naturalmente complejo y polifacético, de muy larga exposición». 

 

Yo lo invito a adentrarse en él y a proporcionarnos todos los datos y puntos de vista, opiniones y aportaciones que usted posee, a fin de tener un mayor marco de referencia y material de apoyo para tener la visión objetiva de ese fenómeno que otorgó a Tampico renombre internacional y que conviene integrar a nuestra historia. 

OTROS AUTORES
DE CRÓNICA

Referencias:

González Salas, C (2006). Tampico es lo azul. México: Ayuntamiento de Tampico-ITCA-Porrúa.  

----------------------- (1981). Tampico, mi ciudad. México: Grupo Unido de Alijadores de Tampico S. de R. L.  

----------------------- (1977). Tampico, crónica de una ciudad. México: Ayuntamiento de Tampico. 

Consultados en el Fondo Carlos González Salas del Archivo Histórico de Tampico. 

bottom of page